Gravis y Laevis
Reflexión humorística, escrita entre el 2 y el 4 de julio de 2016 con ocasión de un debate en mi instituto. Como aquí cabe todo esto cabe también.
Bajaban Gravis y Laevis por la calle Blas Infante, buscando un bar donde sentarse a charlar al fresco.
L. ¿Y dices, amigo Gravis, que el escándalo resuena en toda la Akademia?
G. Cierto, y que no te enteras de nada.
L. Sabes que un poco de distancia filtra el ruido. ¿De qué se trata, que vienes acelerado y más gesticulante que de costumbre? Recuérdame que me siente lejos de ti, que temo que me eches encima la cerveza.
G. El caso es que estamos escandalizados, y no sabemos si es por una falta a la decencia, o de respeto o de decoro, pero escandalizados estamos y evidentemente si estamos escandalizados debe ser por algo muy justificado pero que no acabamos hacer entender. Y debemos de tener razón, que por eso somos los educadores.
L. Extraño predicamento, ¿duele?
G. ¿Me dejas hablar o te lo vas a tomar a broma?
L. Oh perdón. ¿Qué ha pasado? Explícalo a ver si puedo ayudarte.
G. Que las alumnas, púberes e impúberes, han empezado a traer unos pantalones que muestran partes no ignorables de sus glúteos.
L. Entiendo. Claro, la desnudez es antinatural. ¿Tú cómo naciste? ¿Cómo te bañas? Los jóvenes son hermosos, ¿no podéis disfrutar de la belleza de las venus calipigias?
G. No digas chorradas de viejo verde que hay gente escuchando.
L. ¿Todavía con la losa judeocristiana?
G. ¿Puedes discutir conmigo y no con un hombre de paja? Nadie dice que el cuerpo humano y su desnudez deban ocultarse por pecaminosos. Somos una Akademia progresista, estudiamos biología, educación sexual o arte con imágenes de desnudos, y a toda la comunidad educativa le parece bien. O hace como que le parece bien, creo que hacemos el esfuerzo porque parezca natural lo que no lo es. Busco la privacidad para defecar, no pedimos a los alumnos que se desnuden en clase de educación sexual, y las imágenes son siempre neutras, asexuales. Todo el mundo cree estar de acuerdo en los límites: un vídeo porno sería inapropiado, ¿por qué, si el cuerpo y el sexo son naturales? Porque el sexo en cuanto acto pertenece a la privacidad y porque trabajamos en un entorno que se basa en la relación entre personas adultas que educan y menores que son protegidos y educados. ¿Me sigues?
L. No, que me mareo. Creo que estás confundiendo protección de menores con vergüenza, pudor con decencia… ¿Empiezas otra vez, más despacio? Pero no me hagas trampas: decir que rechazáis el porno no es decir nada, porque llamáis porno a una imágenes o unos textos sexuales que rechazáis, os falta decir por qué. Os parecen bien los cuerpos desnudos que habéis despersonalizado, convertido en objeto científico o estetificado, pero no sería aceptable el de ningún conocido, padre, docente o alumno. Tendrás que explicarlo. Y no te ocultes la dimensión de poder de la institución akadémica: la relación es también entre adultos que evalúan y conceden o no la titulación para acceder al mercado laboral o la nota para hacer la carrera de prestigio y menores que son evaluados. Sois vosotros los que prohibís los pantalones, no los alumnos.
G. Intentaré ir más despacio. Dejemos de lado el embolado de lo sexual, no hay nada en unos pechos o unos glúteos que los haga pecaminosos, pero en nuestra sociedad esperamos que el pudor evite su exhibición pública.
L. Ah, el pudor. Primero, ¿es universal? ¿Ha ido cambiando con la tribu, cultura, época? ¿No es un constructo cultural? ¿No bailaron en topless las aborígenes aquella vez delante del papa y esa vez no era pecado? Segundo, ¿es exigible? ¿Si fuera una reacción natural quien no la sienta debe ser castigado o reeducado y obligado a la conformidad con la mayoría?
G. Vale, dejemos el pudor tranquilo. Pero estarás de acuerdo conmigo en que los menores no pueden ir provocando, es indecente, y peligroso para ellos y para nosotros los docentes.
L. Podré estar de acuerdo cuando digas algo concreto.
G. Lo intentaré: enseñar parte significativa del glúteo es una provocación sexual que se debe prohibir.
L. ¿Usas provocación aquí en el mismo sentido que los jueces carcas dicen que la mujer provocó la violación porque iba bebida y con minifalda?
G. Uf, claro que no, que yo soy muy progresista. Lo intentaré otra vez: esos pantalones son indecentes. Bueno, las que los llevan. Y por contagio las familias que los toleran.
L. Te admitiré, ya que somos amigos y buscamos juntos la verdad, que vivimos en un mundo de provocación y tentaciones, y que estar adaptados a él es saber llevarlas. No se puede comer todo lo que se tiene delante, no se puede comprar todo lo que se ofrece, no se puede tocar todo lo que se ve. Sería insano, ilegal y estúpido. Tenemos que ser dueños de nuestros actos y señores de nuestras pulsiones. Pero, si te fijas, has cambiado sutilmente del lenguaje de connotaciones religiosas de la tentación al de la decencia. De la decencia sí podemos hablar, pertenece al ámbito de lo moral. ¿Entonces lo que estás diciendo es que esos pantalones son inmorales, y prohibibles en el mismo sentido que prohibimos insultar a los compañeros o hacer bullying?
G. Habla bien: acoso escolar. No sé si lo estoy diciendo. ¿Qué significaría que dijera que sí?
L. Pues vamos a pensarlo juntos. ¿Llamarías inmoral a suspender a un alumno porque te cae mal?
G. Sí, muy inmoral.
L. Mira, vamos a dejar de lado la cuestión de si hay grados de inmoralidad, que nos eternizamos. Quedemos en que dices que suspender a un alumno por capricho o antipatía es inmoral; no me parece tan evidente - puede que fuera sencillamente ilegal, reclamable ante el centro e inspección, y castigable. ¿O te parece que algo es inmoral porque te puede traer consecuencias negativas?
G. Digo que hay cosas que no se deben hacer independientemente de las consecuencias.
L. Explica el independientemente. ¿Las consecuencias tienen que ver con la inmoralidad o no? ¿y si tuvieras la certeza de que nunca nadie lo iba a descubrir, harías esa cosa?
G. Es complicado. Tampoco estoy diciendo que yo no la haría si nadie me viera, sino que sabría que estaría haciendo algo inmoral.
L. ¿Entonces los pantalones son indecentes también si los llevan a solas en su habitación?
G. Vale, me has pillado. Debemos estar usando indecencia en un sentido distinto.
L. O estamos usando otra vez la palabra equivocada. ¿Sabes lo que empiezo a pensar?
G. No.
L. Que no rechazáis los pantalones porque sean impúdicos, pecaminosos o indecentes…
G. ¿Entonces?
L. Que rechazáis los pantalones por irrespetuosos con la institución.
G. Como no te expliques…
L. Las instituciones exigen respeto. Fíjate, siempre con formas externas, mediante lo que antiguamente se llamaba decoro: el velo o la prohibición de mostrar los hombros en las iglesias, la chaqueta y la corbata en ciertos restaurantes, la obligación de descubrirse bajo techo si se lleva sombrero o la exigencia de ocultar los piercings en algunos trabajos de cara al público… ¿Por qué crees que se prohíben las gorras o mascar chicle en la Akademia? Mascar chicle es inelegante pero no indecente.
G. ¿Tu hipótesis es que los pantalones cortos se prohíben porque son una falta de respeto al profesorado?
L. No, al profesorado individualmente le pueden incomodar porque quizás ha sido educado en el pudor o puede sentirse agredido por estímulos sexuales en un contexto rigurosamente asexuado, pero eso es un problema personal del profesorado. Lo que digo es que es la institución escolar la que exige el respeto. Y se lo exige a todos los componentes, familias, profesorado, alumnos. ¿Te tengo que recordar la ocasión en que aquel inspector viejo te llamó la atención por no vestir como debe vestir un profesor?
G. No tenía razón.
L. Claro que no, confundía la exigencia de decoro con la moda de cuando era joven.
G. Hasta hoy pensaba que ese retrógrado confundía lo personal con lo profesional, no tenía ninguna autoridad sobre mis decisiones personales o mi forma de vestir.
L. La institución se limita a exigir respeto; la definición de lo que es respetuoso va variando con la época. Antes profesores y alumnos venían con chaqueta y corbata. Ahora sólo un retrógrado hace comentarios sobre un profesor con pendientes y pantalones rotos. Y las chicas vienen con pantalón muy corto. ¿Quién soy yo para decidir qué es irrespetuoso?
G. Es que eres un relativista que no se moja.
L. No, veo las reglas cambiar, eso no me convierte en relativista. Anda, pide otra caña y déjate de etiquetas.