Tengo pendiente describir mi PLE, cuando me convenza de que le pueda interesar a alguien. Quizás también el conjunto de lecturas que me han construido (soy de los que todavía creen que la educación es una construcción). En la lista estarán El mono desnudo, Las palabras, Confesiones de un payaso... y también un articulito de 1784 de Kant, ¿Qué es Ilustración?. El del famoso Atrévete a pensar. Son muy pocas páginas, y mejor lectura que la de esta entrada, si el tiempo va justo y hay que elegir. ¿Que porqué cuento esto? Durante un curso ha pasado dos días semanales en un centro administrativo, con los ojos muy abiertos, como un David Attemborough de la función pública andaluza. Y siempre me acordaba de Kant. En esta entrada explicaré porqué.

Artículo del 30 de julio de 2010. Enlaces revisados el 9 de marzo de 2023.

«No me pagan por pensar». Lo volví a escuchar hace unos días, en otro centro funcionarial. No significa lo que parece, no es una reivindicación de la pereza mental; quería decir «No quieren que piense». Es la señal chirriante de que algo funciona mal en el sistema. No puedo aceptarlo, uno sigue siendo un ilustrado. Me empujó a escribir.

El pronto

La política y los partidos

Un servidor, que disfruta de tener años porque le han permitido estar en la historia, llegó a la facultad en 1979. Contemplé como estudiante la llamada democratización de la universidad. Lo diré directamente: no se hizo bien, fue una toma del poder hecha con criterios descaradamente partidistas. Treinta años después conservo un desagrado que me aleja de personas de las que conceptualmente podría estar cerca. Si no importa la razón o no de las palabras, sino el grupo al que pertenece el interlocutor, no habrá ni conversación ni debate. Si se acepta ciegamente lo propio, si se rechaza sin considerar lo ajeno, un día tras otro, un año tras otro, uno acaba en un mundo terriblemente falso. Que se interioriza, y rompe la vida del partido en grupúsculos separados por diferencias ficticias, excusas para el poder. Quienes están dispuestos a vivir durante años esta falsa vida están seleccionados: quedan, tristemente, los profesionales de la política.

No estoy diciendo que los que se interesan por la actividad política son unos cínicos. En absoluto. Creo, con el joven Marx, que sólo la política nos libera de la tiranía de la economía política (he buscado una cita parecida en los Manuscritos de 1844, no la he encontrado; uno recuerda las interpretaciones, no las cosas). En nuestros días hay una manifiesta falta de política, y así nos va, rendidos a los monopolios. La política es necesaria para la democracia; de hecho la democracia se hace con política. Estoy convencido de que normalmente se llega a la política para actuar, para cambiar las cosas. Hay mucho sacrificio personal es esa exposición continua, sin límite de horas, sin descansos. No se explica sin pasión. Lo que digo es que hay algo en el funcionamiento y la financiación de los partidos, en sus affordances (ya sabéis que es uno de mis conceptos preferidos), que los convierten en redes estancas de favores y alianzas. Y los mismos responsables políticos deberían preocuparse porque la sociedad se aleje cada vez más de ellos; una reforma electoral que cree lealtades a la circunscripción y no al aparato parece un paso adelante.

La profesionalización de la labor política. La profesionalización de la formación del profesorado, de la labor sindical... O de cómo resistirse a volver a las aulas, al despacho, o a la mina. La consolidación de la casta. ¿Que hay cosas que aprender? Claro, todos los días, estés donde estés. ¿Cómo imaginará la escuela un docente que lleva veinte o veinticinco años sin dar clase? ¿Cómo la reformará si no la conoce? No habría nada más sano para la regeneración de nuestra vida pública que aplicar el sistema de los Centros del Profesorado: un par de años en la escuela tras un máximo de ocho años de asesoría. Al cabo de los dos años se puede volver a concursar, que las grandes valías (entiéndase el tono irónico) no se pierdan con los niños.

Pero centrémonos, que se escapa la liebre. Creo que en el campo de la función pública hay que recuperar la razón: es necesario equilibrar lo que es político (las decisiones últimas, los planes, los proyectos: el ámbito de los fines, que por supuesto son producto de ideología o al menos de programa político o pactos) y lo que es técnico (la puesta en práctica: el ámbito de la eficacia o la eficiencia o como toque decirlo). Los fines deben ser coherentes, estables, públicos. Llevados adelante por cargos políticos y de confianza que creen en esos fines y en su actividad como servicio público. ¿Sí? ¿Lo crees, amable lector, amiga lectora? ¿Lo exigimos al menos? Por otro lado es tan evidente que hay que dejar trabajar a los técnicos y enjuiciar su trabajo con criterios objetivos que quiero ir más allá en estas reflexiones cada vez más intempestivas.

La administración

Todavía no hemos entrado en el problema del «no me pagan por pensar». Es un problema de funcionamiento de la administración, no político. Aunque, como dicen Donald y Fessler con concisión envidiable, la administración pública es la traducción de la política a la realidad que los ciudadanos ven día a día. Es la política que nos rodea.

¿La administración? Para el saber popular (pura doxa, conste) hay una torre lejanísima, remedo de barco anclado a la orilla de un río, y varios castillos repartidos como avanzadillas por el territorio. Los habitan seres feudales, misteriosos, sólo preocupados por salir en fotos repartiendo portátiles o inaugurando escuelas. Son seres distantes y oscuros, creados por no se sabe quién para cargar con todas las culpas, responsables de todos los males. Les sirven desertores de la tiza, que han vendido su alma a cambio de escapar de un destino a quinientos kilómetros de casa. Tenemos dos problemas: primero, el de que sea demasiado común e irresponsable confundir esta caricatura con la realidad. Compañero funcionario, compañera maestra, tú eres la administración. Segundo, el de que como toda caricatura tenga fundamentos reales. Lo que más me sorprendió como explorador de la torre fue la cantidad de talento que hay entre sus paredes, y cómo se oculta intencionadamente o se ahoga en la burocracia. Y me pregunto hoy que escribo estas reflexiones, ¿porqué me sorprendió el talento? ¿de qué prejuicios estamos cargados?

No sé si en las actuales generaciones de nuestras jerarquías se cumple el Principio de Peter o el de Dilbert (bonito tema de estudio que aquí dejo abierto, mi prudencia se limita a no querer resolverlo todo en un artículo). Si se concluye que se da el primer principio, una degradación general al nivel inferior resolvería el problema; si es de aplicación el segundo, mejor seguimos como estamos, la escuela funcionará mejor. Nada de esto es nuevo, ni desconocido, ni especialmente propio de esta administración. Es el problema principal de la burocracia, de las organizaciones formales... dicen que es igual en la universidad, otra estructura piramidal, feudalismo superviviente. Jerarquías que se solidifican. O selecciones negativas. He vuelto, en mis observaciones de este año, a ver la misma voracidad de lo partidista, la misma tendencia a ocupar todos los espacios.

La mediación

Abandono en esta entrada el método habitual de dejar reposar lo escrito, y corregirlo en frío. Dejo la sección anterior, El pronto, como lo que es, un retrato histórico de mi visión ingenua, escrito a mediados de julio de 2010. Y dedico varias semanas a comprobar si se sostiene. ¡Ahora tengo una bitácora de investigación! La mediación es el resumen de lo que he aprendido. Otra frase para la historia: no publiques una entrada en la que no hayas aprendido nada.

Los dos discursos anteriores, el del asalto a la universidad y el de la visión jerárquica de la administración, acuden a mi cabeza cada vez que pienso en la política, luego deben haberse convertido en mis ideas. Como no quiero escribir tonterías, una vez que me salgo de mi campo habitual, acudo a los que saben. Me voy primero a Weber (Economía y sociedad y La política como profesión), para ampliar perspectiva, y me la cierra, porque Weber escribe desde tiempos revueltos y suena nietzschiano, obsesionado por el poder y el liderazgo. Los partidos son materia de su sociología de la dominación, definida como «la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato» o el «estado de cosas por el cual una voluntad manifiesta ("mandato") influye sobre los actos de otros, de tal suerte que estos actos tienen lugar como si los dominados hubieran adoptado por sí mismos y como máxima de su obrar el contenido del mandato». La política es «la aspiración a la participación en el poder, o la influencia sobre la distribución del poder, ya sea entre Estados o en el interior de un Estado», es decir, más en breve, la lucha por el poder en el Estado. El Estado no es nuestro término neutro para no decir nación: se caracteriza esencialmente por el monopolio legítimo de la coacción física. El Estado moderno se define por la racionalidad; la dominación organizada necesita de un cuerpo administrativo y del control monopolístico de los medios de administración: «desde el punto de vista de la sociología, el Estado moderno es una "empresa" con el mismo título que una fábrica». La conclusión es que el dominio lo realizan unos técnicos especialistas mediante la burocracia (los funcionarios), y en el desarrollo racional de la burocracia se produce la separación de los funcionarios públicos en dos categorías, funcionarios profesionales y funcionarios "políticos". Ya estamos todos. Voluntad de poder, obediencia... aquí hay una historia.

La ley de hierro

«La consolidación de las castas». A veces nos ponemos demasiado simplistas; no sé si las tertulias de café clásicas tenían más altura que los debates de microblogging, pero esta me parece en el fondo una discusión falsa, de la que quiero salir cuanto antes.

¿Es un hecho científico la ley de hierro de la oligarquía? ¿Los partidos o los sindicatos son por necesidad camarillas cerradas? Michels la propuso en 1911: «toda organización, por muy democrática que sea en sus orígenes, tiende de forma inevitable a convertirse en una oligarquía». La dedujo de su examen del partido socialdemócrata alemán, y es fácil encontrar casos en los que se cumple. Pero para que sea una ley debe haber necesidad. Aunque sea estadística.

C.F. Friedrich, la segunda autoridad a la que acudo en mi ayuda, en El hombre y el gobierno. Una teoría empírica de la política (1963) —libro que estudié con placer en el verano de 1982 y cuyo contenido había olvidado por completo— descarta la ley de un plumazo, por empíricamente inexacta (habla de una tendencia de los partidos modernos a crear estructuras complejas de democracia interna, similares a las del gobierno, una y otra vez, por ejemplo los capítulos 10 y el 28), e incorrecta conceptualmente (capítulo 18)

En realidad, se trata de un ejemplo particular de (...) que el poder adquirido a través del consentimiento se convierte en una posesión y, por tanto, es capaz de coerción (...) fruto de confundir dos procesos políticos (...) el de organización del consentimiento (aspecto democrático) y el de organización del funcionamiento (aspecto jerárquico).

Weber es más directo: por un lado, la estructura de los partidos refleja la estructura del tipo de gobierno; por otro lado, cambio de líderes, cambio de seguidores. El carisma del líder crea vuelcos. No hay nada más renovador que una derrota, la pérdida absoluta de carisma.

Políticos profesionales

Vaya, son una consecuencia histórica del desarrollo del Estado moderno. Y yo atacando la profesionalización. Confieso que cuando descubrí el discurso de Weber Politik als Beruf (he leído la traducción inglesa) tenía curiosidad por ver cómo los pondría. Pronto me di cuenta del malentendido: habla de profesión como aquello que se profesa; es más clara la traducción inglesa: vocación. Y sí, se transparenta una vocación política en Weber que no logra salida porque no encuentra seguidores. Otro que no tiene carisma.

Insiste en el carácter luchador del político. ¿Por qué el funcionario no sirve para político? Por dos razones: el funcionario trabaja sine ira et studio y es incapaz de demagogia. El discurso político se dirige a las emociones y no a la razón, es un discurso de seducción y derrota. Me equivocaba: me guste o no, el asalto al poder y sus características siguen las reglas del juego. Incluso el oscurantismo: «La posición dominante (...) se basa siempre (...) en la "ventaja del pequeño número"» (es la ley del pequeño número de Von Wieser, redescubierta para la economía por Macur Olson y por mí en Tim Harford, The Logic of Life, capitulo Rational Revolutions) y «adquiere su pleno valor en la ocultación de las propias intenciones». «Toda dominación que pretenda la continuidad es hasta cierto punto una dominación secreta».

En un partido, la jerarquía está clara: líderes, aparato (la máquina) y militantes, simpatizantes, votantes. Activos y pasivos. Interesados y clientes. Supongo que es propia de su época la obsesión de Weber por el liderazgo, pero es evidente la tensión dialéctica entre líder y maquinaria del partido. Y creo también que en la sociedad moderna informada e hiperrelacionada las distancias deben acortarse y las jerarquías deben buscar otras formas. Hace muchos años que la distinción entre partidos de masas y partidos de cuadros no es más que propaganda electoral. ¿Soy demasiado simplista si escribo que tenemos más bien partidos de cargos y no de fines? No se me ocurre cómo puede lucharse por el poder sin hacer política, pero se imaginarán nuevas formas de conquista y administración. Algunas más disimuladas, otras más transparentes. Volviendo al tema, comprendo que existe una razón política. Los pájaros vuelan, los perros muerden, los políticos luchan por el poder. Hasta ahí de acuerdo. Este entomólogo ha visto cinismo y fidelidad casi religiosa; ha visto maquiavelitos y seres libres. Naturaleza humana. «Poder para qué?» es una gran pregunta, pero no es la que interesa ahora. Independientemente de las personas, tenemos que buscar los mecanismos que permitan extraer de cada uno lo mejor, e impidan que las circunstancias humanas obstaculicen el funcionamiento de la institución.

Funcionarios

Pero... ¿y la razón burocrática? ¿Está la administración burocrática cubierta por funcionarios seleccionados por razones técnicas, seguros y orgullosos como los de Weber de su status de expertos? ¿Cómo se seleccionan y de dónde proceden? Los niveles superiores están ocupados por funcionarios políticos (consejeros, directores generales... siempre como puestos de confianza), existen funcionarios con plaza fija (de la administración y ex-docentes, tras concurso público), pero la gran mayoría de jefes de servicio, jefes de negociado, puestos singulares, adscritos, etc., aunque son funcionarios, tienen su plaza en otro sitio (normalmente una escuela o un instituto) y ocupan una comisión de servicio. ¿Cómo se les selecciona? No a través de concurso público o examen alguno, sino por el buen criterio del funcionario de rango superior que les nombra. Consecuencia, la politización partidista de cada acto administrativo. Que se comete un error técnico, escándalo político; que algo se hace bien, fiesta y explotación. Otra consecuencia: no necesariamente el silencio, sino que el sistema no tenga formas de evitar que alguien prefiera el silencio. En la criba del día a día resisten los dependientes (son cómodos los funcionarios-lapa) y los ambiciosos. ¿Cómo evitar la arbitrariedad? ¿Qué consecuencias tendría por ejemplo un vuelco electoral? Evidentes: como es imposible discriminar si una persona ha llegado a ocupar su cargo por criterios técnicos o por razones de clientelismo personal o político, un cambio de gobierno iría unido a un cambio radical de cuadros administrativos. La vuelta al siglo XIX. ¿Cómo solucionar esto? Ah, buena pregunta, ahí quería yo llegar.

Habría una forma de averiguar si una persona ocupa un cargo por méritos propios. Que publique sus ideas, sus planes, sus análisis. Que lleve registro público de su paso por la administración. Glasnost y fecha de caducidad, plazos de vuelta a la escuela. ¿Es esto demasiado ingenuo?

Humildes propuestas

Ahora simple y humildemente quiero sugerir al análisis formas en que nuestra administración podría funcionar mejor. En los dos sentidos de la palabra: técnico y ético-político. Propuestas sencillas pero dobles: con respecto a los ciudadanos y respecto a sus funcionarios.

Administración y ciudadanía

Parece claro que si hemos partido de principios ilustrados es lógico acabar defendiendo el movimiento por el gobierno abierto. Nuestra administración es opaca, vertical, y sorda. Los tres rasgos son indefendibles, y creo que políticamente insostenibles (2023: versión en the Wayback Machine). Necesita urgentemente transparencia para confirmar un liderazgo que ahora mismo sólo procede, indirectamente, de las urnas, no del prestigio logrado en la conducción de los distintos proyectos. Necesita vías fluidas de comunicación con los ciudadanos, y eso requiere más esfuerzo que abrir una bitácora o que poner a alguien a cargo de una cuenta en twitter.

Como desde el mismo ámbito de los partidos políticos se está trabajando en este sentido, me limitaré a pedir que el esfuerzo sea sincero y a desear que sus defensores alcancen el poder. Desde luego tienen mi apoyo.

Ahora bien, el pecado original de nuestra administración, explicable por razones históricas, es su politización. Tenemos que poner fronteras a la política partidista, negarnos a que la razón política oculte la realidad. En el fondo consiste en saber distinguir los fines de los medios.

Administración y obediencia crítica

La dominación legítima espera obediencia. Sin obediencia, sin disciplina, no hay gobierno. Como es racional, no a la persona, sino a la norma. Subrayaba arriba la reserva: «como si fuera una norma válida». ¿Qué pasa si la orden es errónea? Weber dice:

El honor del funcionario está en su capacidad para, cuando pese a sus representaciones el superior jerárquico persiste en una orden que a aquél le parece errónea, ejecutarla bajo la responsabilidad del mandante con la misma escrupulosidad que si correspondiera a sus propia convicción. Sin esta disciplina, moral en el sentido más alto del vocablo, y sin esta abnegación, todo el aparato se vendría abajo.

Creo que en la versión española de Economía y sociedad hay un grave error de traducción en este fragmento tomado de La política como profesión. ¿«Representaciones»? «Trotz seiner Vorstellungen», dice el texto original. La versión inglesa da remonstrances: «the act of expressing earnest opposition or protest», según WordNet. Uno de los sentidos de Vorstellung (hablo por la autoridad del diccionario Slaby/Grosmann) es el de objeción, protesta. En ningún momento Weber está defendiendo el silencio borreguil o interesado, está distinguiendo las responsabilidades. La responsabilidad del funcionario está en la aplicación eficaz de las órdenes; la del político es personal.

Amigo funcionario, tu honor no está en el silencio, sino en cómo das cumplimiento de las órdenes. Tu fuerza está en tu saber, es intelectual. ¿Cómo no vas a pensar? Y si no te dejan pensar, ¿qué haces todavía ahí?

Uno no debe huir de las dificultades reales. Sí que hay una dialéctica entre la obediencia y la crítica. Pero hace doscientos años que Kant la resolvió:

el uso público de la razón siempre debe ser libre, y es el único que puede producir la ilustración de los hombres. El uso privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se obstaculice de un modo particular el progreso de la ilustración.

Entiendo por uso público de la propia razón el que alguien hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso privado al empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil o de una función que se le confía. Ahora bien, en muchas ocupaciones concernientes al interés de la comunidad son necesarios ciertos mecanismos, por medio de los cuales algunos de sus miembros se tienen que comportar de modo meramente pasivo, para que, mediante cierta unanimidad artificial, el gobierno los dirija hacia fines públicos, o al menos, para que se limite la destrucción de los mismos. Como es natural, en este caso no es permitido razonar, sino que se necesita obedecer.

El soldado como soldado tiene que obedecer, pero como ciudadano tiene derecho a ejercer la razón. Traducido al lenguaje actual: hay que habilitar espacios y momentos para la crítica, constructiva, leal, responsable. Espacios que no contradicen sino que fortalecen el funcionamiento del sistema. Pero... ¿es que estoy descubriendo algo nuevo (2023: versión en the Wayback Machine)? ¿Cómo puede siquiera un dirigente plantearse despreciar el talento de sus subordinados? Tus subordinados saben lo que tú no sabes, y ven tus errores con infinita más claridad que tú. He visto cargos que lo saben y lo aplican, pruebas de que la imagen de la administración como mal sin fisuras es una tontería simplista.

No están a la altura ni quienes esperan silencio ni quienes callan. Creo que es la primera vez que escribo en público de política. Comprenderéis porqué. Es verdad, como entomólogo soy un desastre, tomo partido. Y me mojo: no hay nada intrínsicamente negativo en la administración que conozco. Sólo hay personas inadecuadas. Y un sistema que tolera que haya personas inadecuadas.

Comentarios a la entrada

From Ana Echarri - 01/08/2010, 01:14
Vaya JR cuando escribes, lo haces de verdad y das en la diana una vez más. Creo que es importante hablar de estos temas, a muchos les parecerá un poco ajeno o que no les toca de cerca, pero no hay nada que nos toque más a todos. Totalmente de acuerdo, equilibrar lo político con lo técnico; porque muchas veces lo técnico se queda en nada, en papeles guardados en los cajones, en propuestas que nunca llegarán a nada.

Aunque siempre te quede la esperanza de que alguien vendrá después y lo retomará, que no volverán a empezar de cero, si no que construirán sobre el esfuerzo anterior.

Porque como a ti, también me sorprendió el talento de la gente de La Torre, y lo mucho que se curra. Que malos son los tópicos, y cuanto desconocimiento existe. Todo sea dicho, que no se hace un gran esfuerzo en romper esos tópicos, en aclarar lo que se hace, cómo y por qué.

Y totalmente de acuerdo por tanto en tu propuesta para los cargos de la administración "Que publique sus ideas, sus planes, sus análisis. Que lleve registro público de su paso por la administración." Es decir administración 2.0, pero de verdad, no de boquilla. Y que la administración educativa además de pedirle al profesorado que se baje de la tarima, sea ella (o ellos y ellas) la que se baje, la que se acerque a sus escuelas, a su profesorado y a su alumnado.

¡¡¡Gracias Juan Rafael por hacerme pensar!!!, ahora que puedo ;-)

From Antonio González García (@onio72) - 23/08/2010, 11:00
Hola Juan Rafael:

Como siempre después de leer uno de tus posts, estoy exhausto. Tras una relectura en diagonal voy a intentar comentarlo.

En primer lugar, creo que es necesario tener mayor respeto que el que yo he comprobado que se tiene en algunos departamentos de "La torre" por los criterios de carácter técnico.

En segundo lugar, la imagen más común entre el profesorado de los que trabajan en "La torre" no se ajusta en absoluto con lo que he podido comprobar en, al menos, una parte de la misma. Se trabaja mucho, hay gente implicada y preocupada, incluso la ilusión es un ingrediente posible en un trabajo preponderantemente gris.

En tercer lugar, la derrota se masca ya en el ambiente, si servirá de algo lo comprobaremos en breve.

Cuarto: poco líder en el sentido más rico de la palabra he podido conocer allí. Algún mirlo blanco ha habido pero duró poco. Ya sabes de qué pie cojeo.

En quinto, ¿transparencia? Of course pero será a la fuerza o no será. Y en último: cómo separar tu papel de ciudadano de tu papel como docente, como funcionario, como padre,... Si trabajando como funcionario ves que se toman medidas en contra de la docencia, que no favorecen el aprovechamiento óptimo de los recursos que se pagan con tus impuestos, que no van a repercutir en el mejor aprendizaje de tus hijos, ¿qué debes hacer? Buscar un lugar donde poder ser padre, funcionario, docente sin necesidad de convertirte ahora en el Dr. Jekyll, ahora en Mr. Hyde.

Suerte maestro.

From Daniel Sánchez - 23/08/2010, 12:31
Chapeau, Rafa. Hace tiempo que no leía una disertación sobre política, poder, razón y obediencia tan atinada.

Gracias.

From Fernando Trujillo - 01/09/2010, 13:16
Mi querido amigo, he leído con atención tu entrada por diversas razones: porque te aprecio, porque me gusta tu trabajo, porque me interesa tu opinión sobre la administración y porque me preocupa, en general, cómo funciona la administración y la influencia que tiene en nuestras vidas.

Comparto muchas de tus afirmaciones: los espacios de gobierno son lugares de poder, jerarquías, luchas y pactos. Esto, en principio, parece bastante razonable: es el espacio de la política. El problema es cuando la política crea confusión o cuando nadie es capaz de coordinar las distintas actuaciones si no es como parte del ejercicio de poder. Creo que todo el asunto de los coordinadores TIC o del Plan de Fomento del Plurilingüismo este pasado mes de julio va en esta línea: una mano ignora qué hace la otra mano. Y la administración tiene muchas manos.

Por otro lado, algo que también me sorprende en mi escaso conocimiento del tema es el miedo. No es fácil hacer que prospere una idea - a pesar de que entre los técnicos de la administración hay muy buenas cabezas llenas de muy buenas ideas - pues hay mucho temor a las posibles repercusiones que pueda tener, una especie de pánico al efecto mariposa que incapacita para la toma de decisiones. En fin, no soy politólogo sino un humilde "usuario" de la administración. En todo caso, la apuesta por el Gobierno Abierto y por la responsabilidad compartida ("todos somos administración") que tú propugnas en tu entrada me parecen los dos mejores antídotos contra los males de la res publica.

Un fuerte abrazo
FTS

From alberto - 02/09/2010, 00:46
He leído tu "ladrillo" con gusto y detenimiento y no me ha resultado "ladrillo" en absoluto. Lo he devorado con placer, como los buenos libros, aunque sean largos, porque está cargado de razón y porque nunca antes había percibido tanta lucidez en relación con este tema. Muchas de las cosas que dices me afectan de primera mano. Me he visto retratado como cuando lees un libro y te identificas con el personaje. Era imposible que no me enganchara hasta el final. Aquí he hallado la respuesta a muchas cuestiones que la irracionalidad de los momentos no te deja entender. Un verdadero manual de referencia para todo aquel a quien le inquieten las patologías de la administración y la etiología de sus males. Con respecto a lo que me preguntas te respondo vía mensajería de facebook. Espero volver a tener la oportunidad de trabajar contigo (y terminar el trabajo). Un abrazo.

From Massimo Pennesi - 11/09/2010, 14:41
Análisis muy lúcido y equilibrado, apuntando a uno de los principales males de la administración: la ocupación de los cargos de confianza no siempre (siendo optimistas) por parte de personas al altura de la situación.

Sigamos siendo optimistas y apostemos por el principio de Peter como causa principal de esta situación, pero con un matiz: la incompetencia en el nuevo nivel se debe más al relax que provoca esa arrogante sensación de no tener que rendir cuentas a nadie que a la falta de capacidad.

Si creemos en estas premisas (sinceramente pienso que reflejan bastante la realidad, por lo que he podido ver en la torre) creo que has dado en el clavo: si una de las obligaciones de cada uno de los cargos de confianza fuera que "publique sus ideas, sus planes, sus análisis. Que lleve registro público de su paso por la administración" tendríamos más probabilidades de que el talento de las personas dependientes jerárquicamente de ellas pueda florecer y producir mejorías sólidas y duraderas en nuestro sistema educativo.

From balhisay - 25/09/2010, 10:11
Bueno, pues aquí me tienes casi dos meses después de publicar esta entrada devorándola literalmente,... una lectura adicional he necesitado para atreverme a escribir mi comentario (y algunas relecturas más tendré que hacer para sacarle todo el jugo a este auténtico ensayo sobre política y administración pública). Te admiro, como bien sabes, por tu profunda capacidad de análisis, por tu visión crítica de cuanto te rodea y por saber expresar con tanta elegancia y delicadeza cosas que otros hubiéramos literalmente vomitado.

Firmo todas tus interpretaciones sobre como funciona la administración pública, y como a ti me sorprende la cantidad de gente con ganas de hacer cosas y de buenas ideas que se quedan en cajones, en algunas ocasiones por falta de visión de los que tienen que tomar las decisiones y en otras, como comentas, por el miedo a las posibles repercusiones. También miedo por parte de algunos por acometer proyectos que se sienten incapaces de gestionar y es, entonces, mejor acallar a quien propone la idea no sea que...

Bueno, me quito el sombrero (¿por n-ésima vez?). Gracias por añadir un poco de racionalidad.