Como componente del Foro e-Isla tuve el honor de ser el autor de la pequeña fábula que abrió en congreso de Internet en el Aula en octubre de 2008. Había perdido el texto y lo he encontrado en internet en la forma de presentación con fotos que se vio en el congreso.

Imagina que llegas a un nuevo país, necesitas un techo para pasar la noche. Unos inmigrantes como tú te animan a unirte a ellos: una patada a una puerta, y ya tienes donde dormir. Poco a poco aprendes a desenvolverte, las puertas caen sin esfuerzo, las cosas van bien. Aprendes pronto a esquivar al casero, tampoco es tan difícil, parece como si no quisiera verte. Sabes que no tienes ningún derecho, pero es divertido vivir a la aventura, cambiando en grupo de casa en casa, compartiéndolo todo.

Como en todos los cuentos las cosas no tardan en complicarse. Un día, por los motivos que quieras, necesitas papeles. Quizás madures y quieras crear una familia, quizás para algún empleo necesites hacer constar tu dirección, o simplemente estés cansada de tener que esconderte del casero. Quieres una vivienda que sea tuya. Eliges una de las que ya conocías, ahorras para la entrada, vas al notario, firmas sin apenas leer un documento de nombre EULA. ¡Qué importa la letra pequeña, te dices, es mi primer día como propietaria! La casa no está mal; no es perfecta pero cumple su función, y te acostumbras a sus defectos, a sus paredes azules… Estás contenta con tu hogar y tu casero. No penséis en un Mr Scroodge, el casero puede ser un tipo agradable, un bienhechor, tal vez.

A la mañana siguiente lo tienes en casa: «vengo a ver si todo está bien», dice. Por su cuenta renueva la pintura de la fachada, mejora la calefacción… por poco dinero te ofrece blindar la puerta (qué curioso, piensas, ¿por qué no la habrá blindado él antes?). Al día siguiente vuelve, y el otro y el otro. Una noche entran en tu casa por una puerta trasera que desconocías, y el casero te acusa de no cuidar bien de lo que es tuyo: «es tu responsabilidad vigilar las puertas traseras de la vivienda que habitas». Incluso te sientes culpable. Pero cuando te molestas es cuando te prohíbe acoger a tus antiguos colegas de aventura:

— El EULA dice que sólo tú puedes habitar esta vivienda

— ¿Cómo dice usted? ¿que no puedo invitar a mi casa a quien me dé la gana?

— ¿Tu casa? Esta casa no es tuya: el EULA sólo te concede el derecho a habitarla. No podrás hacer reformas y nadie más podrá usarla. Así son las cosas, y así deben ser. Es la única forma de que los caseros sigamos siendo el sostén de la sociedad. ¿O acaso eres uno de esos fanáticos de las colinas que pretenden disponer a su voluntad de las casas?

Nuestra protagonista nunca había oído hablar de la gente de las colinas. Sintiéndose engañada y llena de frustración, tuvo curiosidad y decidió buscarles. Sin saber porqué venían a su mente imágenes de chabolas habitadas por sectarios iluminados. Ya basta: seguía planteándose su realidad desde el punto de vista del casero.

Es el momento de detener esta narración y de preguntarnos si podemos ayudar a la protagonista. ¿Qué preguntas debe hacer en su visita al barrio de las colinas? Deberá visitar las casas, ver su evolución, sus reformas. Aclarar qué necesita realmente. ¿Cuándo una vivienda será aceptable y cuándo será una chabola? ¿es preferible vivir en una vivienda, quizás pobre, de la que eres enteramente dueña y que puedes ir mejorando con el tiempo, o es preferible ser un okupa de una casa aparentemente lujosa sobre cuyos defectos no podrás reclamar y que, lo que es peor, no podrás compartir? ¿Hay tipos de salas o instalaciones imprescindibles y que no están disponibles en las casas de las colinas? ¿o se trata de lujos o de hábitos, de que en unas los pasillos dan al comedor y en otros pasan por los dormitorios? Finalmente, ¿es verdad que la única manera de que el sistema se sostenga y sea rentable construir casas es con reglas como las que impone el casero de nuestro cuento?

Esta narración no ha terminado. Este cuento es un comienzo. ¿Debatimos?

PS. Buscando más he encontrado la presentación. Creo que la hizo Ana Echarri. Es esta: casa_EULA.pdf.